sábado, 20 de octubre de 2012


GODOJOS Y SUS UVAS


A veces decimos que hay gente que “tiene mala uva”. De Godojos no podemos decir eso. En Godojos siempre ha habido buena uva. La uva fue durante mucho tiempo la vida de Gosdojos. Se vivía para la uva y por la uva.
En las viñas había muchas clases de uva: Robal o (Bobal), Viuna o(Viura), Garnacha, Moscatel, Tempranillo, Moristel… yo solamente sabría distinguir las más comunes, pero los entendidos sabían muy bien cual era cual y qué propiedades tenían.
Antes de la vendimia nos acercábamos a las viñas para coger uvas y conservarlas colgadas durante parte del invierno. Recuerdo que había unas uvas preciosas llamadas de COLGADERO. Tenían los granos muy sueltos y brillantes. Además eran  bastante gordos y su color era de un  morado intenso. Estas uvas tenían la particularidad de que se conservaban durante mucho tiempo intactas, tal vez un pelín arrugadas.
Otras uvas muy buscadas eran aquellas que tenían unos granos muy gordos y de color rojo. En el pueblo se les llamaba de COJÓN DE GATO o de SANGRE LIEBRE. Eran unas uvas muy sabrosas, aunque tenían unas pepitas muy gordas. También eran buenas para colgarlas y guardarlas durante mucho tiempo.
Colgadas también se guardaban uvas blancas de garnacha o de robal. Las uvas de garnacha negra se guardaban extendidas sobre tableros o cañizos. Como sus granos eran pequeñitos llegaba un momento que se convertían en pasas. Eran muy ricos de comer y se empleaban para mezclarlos con los bizcochos.
Las uvas de moscatel y de viuna se comían de postre antes de las vendimias. El moscatel había que cogerlo pronto porque en caso contrario se lo comían las avispas. Su sabor era dulce como el de la malvasía.
 Las uvas que se guardaban en los graneros servían para postre durante muchos meses y también para mezclarlas con las migas. En Godosjos se comían muchas migas, porque el pan, cuando se ponía duro, se aprovechaba de esa manera.
Los vendimiadores que venían de otros pueblos y los de Godojos no se resistían, de cuando en cuando, en dar unos bocados a los racimos más lustrosos, maduros y brillantes. Los galgos, que andaban sueltos por el pueblo y pasaban mucho hambre, también comían del fruto de las cepas.
Una anécdota curiosa. Cuentan que una cuadrilla de vendimiadores, que iban para alguien de Godojos, se quejó, porque en la comida que les enviaban al campo, nunca encontraban postre. La dueña de la casa y encargada de preparar las viandas mandó coger un canasto de ricas uvas, de uno de los cuévanos, y enviárselas en la próxima comida. Fue una buena idea.
Zaragoza, 16 de octubre de 2012
CARLOS ALDA

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