jueves, 30 de enero de 2014

ADIÓS ROSA, ADIÓS.

Rosa nos dejó el viernes 17 de enero. Se fue de madrugada sin hacer ruido, pero dejándonos un vacío difícil de llenar.
Yo estaba lejos de Godojos. Cuando mi prima Conchita nos llamó por teléfono y nos dijo la noticia, las lágrimas acudieron a nuestros ojos y el alma se nos rompió por dentro. Nosotros, como otras muchas personas de Godojos y de Alhama, sentíamos cariño por Rosa, porque ella también sabía dártelo.
Rosa era una mujer cariñosa, generosa, servicial. Buena madre y abuela, buena esposa y buena  amiga de sus amigos. Me costará mucho estar en Godojos para el verano y no verla sentada en la puerta de su bodega, dispuesta siempre a invitarte y a mantener una sincera, amable y divertida conversación contigo.
Echaremos de menos su trajín dentro de la bodega, su sonrisa acogedora, sus ganas de agradar y de sorprendente siempre con viandas sencillas, pero riquísimas, preparadas por ella misma.
Me han contado que el entierro fue multitudinario y que Don Esteban, antiguo cura del pueblo y hoy Vicario de la diócesis de Tarazona, supo mover el corazón de todos los asistentes con sus cálidas palabras, llenas de fe y de consuelo, y con sus cánticos que producen paz y serenidad.
Para mi querido pariente y amigo Amalio y para sus hijos y demás familia nuestro más sentido pésame. Gracias a nuestra fe creemos que Rosa está ahora en un lugar mejor, donde ya no hay penas, ni enfermedades, ni sufrimiento.
¡Que Dios tenga a Rosa en su GlorIa!
Un abrazo fuerte para toda su familia.
Zaragoza 30 de enero de 2014-01-30.
 CARLOS ALDA


GODOJOS, SIEMPRE GODOJOS.

Estamos a finales de enero y Godojos ya ha pasado sus buenos días de frío. Ha nevado en Godojos. Las heladas han sido fuertes y los “chorlítos” o carámbanos  han colgado como trofeos del frío invierno de las canaleras de nuestros tejados. Pero no importa el frío. En las casas se resiste  bien. Hay mucha leña, leña abundante. Buenas cepas, troncos secos de almendros y de cerezos, estufas clásicas y eléctricas, calefacción individual.
Hace ya muchos años la leña era fundamental en Godojos. Las aliagas, los espliegos, los sarmientos, las cepas, cualquier producto del campo que pudiera arder en el hogar. Recuerdo cómo lloraban  los sarmientos aún verdes, cómo crepitaban las aliagas. Qué papel tan importante desempeñaban las aliagas en las matanzas de los cerdos. Además de servir para calentar el agua en las calderas para pelarlos o para cocer las morcillas, servían, como teas, para quemar los pelos del morro o de otras partes que habían quedado después de pelarlos.
No es descriptible la alegría de las matanzas, que en Godojos se celebraban sobre todo en Diciembre y Enero. La gente tenía otra cara. Se le veía más satisfecha, tal vez porque la alimentación era mejor, porque se comía con más sustancia, porque se ingerían más calorías, porque se saboreaban más los alimentos. ¿Quién no disfrutaba comiéndose las degolladuras en el almuerzo de la mañana en que se mataba el cerdo? ¿A quién no le gustaba las morcillas de arroz, las morcillas de hígado, las tajadillas de papada o los chorizos y longanizas? ¿Qué chico no disfrutaba sobando la vejiga, hinchándola con una paja y dándole patadas después?
Benditos cerdos que tanto hambre quitasteis en el pueblo y que tantas alegrías nos disteis en aquellos tiempos duros, pero llenos de vida y felicidad en Godojos.
Se aproximan las fiestas de La Candelaria y de san Blas. Las dos se celebraban en Godojos el día de La Candelaria los niños y niñas subíamos a misa desde la escuela, nos daban un cavo de vela, que era nuestra candela y asistíamos a la procesión por la iglesia con nuestro cavo encendido. El trocito de vela que nos quedaba lo guardábamos como oro en paño, por si alguna vez se iba la luz en casa.
El día de san Blas era la fiesta de los chicos. Realmente era una fiesta machista, que ahora la prohibirían, porque solamente participábamos los chicos. La preparábamos con más de un mes de anticipación. Buscábamos el mejor gallo y pedíamos a los versificadores del pueblo que nos hicieran nuestra canción. El gallo se recorría todo el pueblo, desde las casas del Portón hasta la del tío Bernardo y contaba todo lo que merecía la pena contar que pasaba en ellas. Era una fiesta muy divertida culminada con una estupenda merienda.
Bueno, esto son algunos recuerdos de Godojos, que me apetece escribirlos aquí y que sé que a muchos les gustará volver a vivirlos aunque sea simplemente leyéndolos.
Zaragoza, 30 de enero de 2014.

CARLOS ALDA