domingo, 24 de enero de 2016

ÁRBOLES EN GODOJOS






Siempre tenemos que alabar las buenas ideas y las buenas acciones. Ayer, día 23 de enero, festividad de san Ildefonso de Toledo plantamos en Godojos 200 arbolitos.
¡Qué alegría! A las diez estábamos citados en la plaza del pueblo por el alcalde del municipio el amigo Santi. Todos vestidos con las más variadas ropas. Unos con ropa de camuflaje y otros con pantalones de pana  o vaqueros y botas o deportivos campestres. Lo que si era común a los participantes era la alegría y las ganas de pasar un día de campo sabiendo que íbamos a hacer una obra estupenda.
En la plaza nos encontramos nativos de Godojos, gente venida desde Zaragoza y también varios que llegaron  de Madrid. Estando a la espera, apareció Jesús Nieto, en su todo terreno, que venía de Calamocha. Saludos, besos, abrazos, algazara y alegría en el encuentro. Muchos admiramos las descarnadas moreras podadas maravillosamente por Bienve. Sus enlaces y trenzados se asemejaban a las arcadas románicas de un claustro medieval. 
Una vez recogidos los pinos, cedidos generosamente por una ASOCIACIÓN ECOLOGISTA, nos dirigimos, en una larga y ruidosa caravana de coches todo terreno, a la finca elegida para plantar los árboles, que estaba situada en una zona que llaman “Las Muelas”.
Por el camino fuimos contemplando y recordando los diversos lugares pateados una y otra vez por nosotros cuando éramos pequeños y Godojos era un pueblo lleno de habitantes. En pie todavía estaba un hermoso y antiquísimo chopo, que todos conocen con el nombre de mi padre, ya que le siguen llamando el chopo del tío Alfonso. En sus desnudas ramas aparecían más de quince nidos de unos pájaros desconocidos. Con saltos y botes de los coches por el estado agreste del camino llegamos a la finca elegida.
La finca era llana y hermosa. Santi había mandado ararla con una profunda reja. La tierra aparecía negra y esponjosa, en barbecho desde hacía años, muy descansada y  deseosa de servir para algo. El representante del movimiento ecológico planto el primer pinito y nos enseñó cómo hacerlo. Había que hacer un pequeño hoyo, introducir el arbolito con su tierra, taparlo hasta donde empiezan las verdes agujitas y pisar la tierra con fuerza para que no quedase debajo de la planta nada de aire y a la vez dejar en su entorno una cavidad suficiente para que cuando llueva se recoja el agua en ella.
Aprendida la lección empezamos a plantar pinos a ocho pasos de distancia unos de otros. Todos disfrutamos pero los más felices fueron los niños y las niñas, que acompañados de sus padres, plantaban un árbol por primera vez. Jóvenes empezaban a dejar sobre la tierra ese primer legado. Después deberían cumplir con los otros dos mandatos: tener un hijo o hija y escribir un libro.
La tarea la terminamos pronto. Los doscientos pinitos y unas pequeñas encinas quedaban plantados. Fermín trajo unos bidones de agua y los iba regando con mucho cuidado. Nos dijeron que quedaban por plantar 50 pinos más, que no se habían podido traer. Estos estaban micotizados, para que con el tiempo nuestros nietos puedan coger por ahí muchos rebollones.
Sin saber cómo aparecieron cervezas, vino, pan, chorizo, longaniza, salchichón, mejillones, banderillas que compartimos en buna armonía satisfechos por el trabajo realizado. La vuelta a casa fue también agradable, porque el tiempo se quedó maravilloso, con un sol radiante y una temperatura cerca de los 20º. Algunas mujeres volvieron andando, disfrutando de un agradable paseo, pisando hierba, oliendo los aromas del romero y tostándose con los rayos el sol.
En el pabellón nos esperaba una estupenda comida. Abundantes tortillas de patata, bandejas de kiss con champiñón hechas por nuestro metre Juan y unas ensaimadas de atún y tomate encargadas al panadero. Las cervezas, el vino, las coca-colas u otros refrescos no faltaron. Este refrigerio lo proporcionaba la comisión de  festejos. De postre unos pasteles sabrosísimos. En buena armonía dimos cuenta de ello, pero sobró gran cantidad de todo y se subió al bar para que los que se quedasen lo pudiesen disfrutar en la cena.
La realidad es que pasamos un día fabuloso. Acompañó el tiempo, la buena armonía de los participantes y cumplimos el deseo de pasar un día feliz, de esos que no se olvidan.
Desde aquí felicito a todos los que participaron en el evento y sobre todo a los que tuvieron esta estupenda idea.
ZARACOZA, 24 DE ENERO DE 2016.

CARLOS ALDA GALVEZ