viernes, 15 de abril de 2011

GODOJOS Y SU MISERERE DEL JUEVES SANTO

GODOJOS Y SU MISERERE
DE JUEVES SANTO
   En la iglesia huele a cera y devoción.  Un magnifico y antiquísimo <<monumento>>,de cuatro arcos en disminución, similar a las archivoltas de la portada de una catedral ,cobija el Santisimo. Todo el esta lleno de signos alusivos a la pasión: látigos y clavos, soldados y centuriones ,columnas y cruces, sol y luna tintos en sangre, además del gallo de las negaciones y un cuadro del<<Ecce Homo>>,entre Barrabas y  Pilato, que corona el mayor de los arcos a modo de espina.
  La devoción de los fieles ha  llenado de flores, velas, luces y tiestos, con plantas amarillentas, germinadas en la oscuridad, el espacio que queda bajo las arcadas.
     Un par de soldados romanos, coronados de penachos de flores y armados de pica y espada junto con dos personas devotas, velan el Santisimo.
     La tarde ya pardea; la oscuridad empieza a borrar las manchas de luz que entran por las ventanas .Es la hora.
      Dos monaguillos salen de la iglesia con un gran mazo de dos lenguetas, que martillean por todas las calles llamando a los fieles a la procesión. En el recorridos se les suman un grupo de chavales con mas mazos y carracas son los mismos que han  atronado en la iglesia cuando al final de los maitines han dado muerte a los judíos.
      Las campanas están mudas, esperan la resurrección del dia de Gloria. Pero hay un campanilla manual que suena una sola vez al año, esta tarde con tono lúgubre y postrimero. La maneja un señor, hijo, nieto y… de los que la manejaron durante años inmemoriales. Colocado en los punta mas estratégicos del pueblo, entre  son y son con voz profunda, enigmática, de misterio, repite las mismas palabras que repitieran sus antepasados:
<<Mira que te mira Dios
        Mira que te esta mirando
Mira que vas a morir
      Mira que no sabes cuando
La gente escucha con respeto, con miedo. Sin querer se piensa en la eternidad, en la otra vida. Ese hombre y quienes les rodean están envueltos en un ambiente de misterio.
     En la iglesia, ante el monumento, están a punto   de entonar el <<Miserere>> que versículo a versículo, se ira desgranando a lo largo de la procesión. El sacerdote y su acompañante(durante muchos años Ildefonso Alda) inician sus profundos sones. Suena recio, como la voz de un bajo. Suave y suplicante , alavez, como la garganta de un violonchelo. Sobrecojedor, aquejado y atormentado como un coro de esclavos.
     Duele el alma el arrepentimiento
     >>Miserere mei Deus…>>
      La gente no pestañea, contiene el aliento, saborea la emoción. Morosamente disfrutade un dialogo musical con su Dios-Salvador.
      El versículo <<Tibi soli pecavi- contra Ti solo peque-, tres veces repetido. con insistencia arrepentida, casi masoquista, ocupa el tiempo álgido de este extasis .El Nazareno, vestido de túnica morada, abraza y carga con la negra y pesada cruz que  yace bajo la cúpula ,apoyada sobre almohada fina.
    La procesión se mueve lenta, silenciosa, protegida por la oscuridad y alumbrada por los vacilantes y lánguidos destellos de velas y faroles. Tal vez en la oscuridad solo brilla la fe, si duda que las únicas chispas que saltan son las del arrepentimiento.
     La gento no entiende los latines, no importa, el dialogo es musical. Uno a uno, como cañonazos de dolor, quedan los versículos de miserere por todas las calles del pueblo. El viento los lleva de puerta en puerta, de ventana en ventana. Dobla dolorido,con ellos las mas difíciles esquinas .El pueblo no reza con las palabras que no entiende, sino con la música que siente.
     Valen para sus habitantes aquellos verso que Antonio Machado decía refiriéndose a los pequeños:
<<Cantaban los niños
                                                            Canciones ingenuas
                                                             Confusa la historia.
                                                              Y clara la pena
    La oración de arrepentimiento
Que el Rey Pecador, de corazón grande, parecido al de Dios, escribiera hace tres milenios, ha  llenado de paz la casa, la mente y el corazón de un pueblo que reza
cantando.
                                                                                                               CARLOS ALDA

GODOJOS Y EL RELOJ DE LA PASION

     Las manifestaciones artísticas, plásticas, musicales o poéticas, en la Semana Santa, son enormemente ricas y en cada pueblo se presentan con peculiaridades determinadas.
   En Godojos, aparte de la procesión del Jueves Santo, con el canto del miserere, tiene hondas raíces y aprecio unánime, la recitación de las horas de reloj.
   En veintisiete estrofas de cuatro versos, de arte menor, se relata paso a paso la Pasión del Señor .Empieza a las siete con la Cena del jueves y termina a las seis con el Entierro del viernes. Se completa con una estrofa de introducción y dos finales, una dedicada a  la soledad de María y la última a la despedida o conclusión, llena de buenos propósitos.
   Su estilo es sencillo, claro, didáctico, catequético, lleno de imágenes reales y vivas.
Junto a ripios y rellenos pobres, tiene otros versos llenos de inspiración y belleza, con imágenes de fuerza inusitada.
   Emplea muchas veces el paralelismo de los salmos bíblicos, con cadencias fáciles y musicales.
   Lo cantan  los solistas con una música melodiosa, triste y pegadiza. Y repite el pueblo, haciendo de coro, los dos últimos versos, que sirven  invariablemente como estribillo.
   La tonadilla se presta para hacer dúos, sextas y octavas,  con lo que la riqueza, que nace del sentido musical y  buen oído del pueblo, resulta armoniosa y agradable.
     Tu pasión, Jesús mío,
    comenzar quiero,
    porque alumbren  tus pasos,
    mis desaciertos.
   A las siete, la Cena,
los pies lavaste.
Limpie tanta impureza
tu hermosa sangre.
    Son bonitos los  dos últimos versos de cada estrofa.  El pueblo vibra con ellos,  vive la Pasión,  y desde el primer momento la aplica  a su vida como  verdadera purificación o catarsis.
    A las nueve, el mandato,
    Qué e arroja llamas.
    ¡Oh|, que dulce dispones,  
    Que tierno mandas,

    Qué forma más bella de recordar el mandamiento del amor.
    De Pilatos a  Herodes vas a las siete.
    A vestirse de loco
    Quien me enloquece.
La figura final es digna de Santa Teresa. Recuerda sus paradojas de<<Vivo sin vivir en mí…>>
    A  las once te cargan con el madero,
    Y caíste tres veces por mis tropiezos.
  Abundan las alusiones al pecado y a su redención, así como a los sufrimientos de Cristo por esa causa.
    A las cuatro, una lanza tu pecho hiere;
    de  esta fuente, alma mía,
    vive el que bebe.
  Hermosa la imagen del costado de Cristo como fuente.
Muy  poético el juego de palabras <<vive el que bebe>>.
    De la cruz a las cinco te desclavaron.
    ¡Oh!  Difunta hermosura, ven a mis brazos.
    A las seis te sepultan.
¡Oh, Madre tierna!
tan  llena de aflicciones,
sola te quedas.
Sola, triste has quedado,
¡reina del  cielo!
Llore sangre la Luna
que  el  Sol se ha puesto.
La imagen ya no puede ser mas gráfica, bíblica, real y alusiva a la muerte de Cristo como verdadero  sol del mundo.
      Pasión  se concluye;
    Solo nos falta
    que a los golpes y avisos
    despierte el alma.
Despertar, renacer,abrir  las puertas. Está la idea dentro de la temática de toda poesía religiosa clásica,sobre todo los sonetos de Lope:
    Pastor que con tus silbos amorosos,
    ¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?
Mientras se canta  la Pasión, el pueblo adora  la Cruz y revive lo que siempre ha oído de los sufrimientos  de Cristo. Son imágenes  que entran por los oídos, lo mismo que en los pasos andaluces o castellanos les entran por los ojos.
  Tal vez nuestro pueblo, formado por hombres y mujeres más intimistas, menos plásticos ,mas difluentes, necesite estas imágenes auditivas, más profundas que las visuales.
  Podemos afirmar que nosotros estamos más cerca  de la imaginación auditiva  de Milton,  en su <<Paraíso perdido>>.
  Los andaluces se identificarían más  con la imaginación visual de Dante en <<La Divina comedia>>.
   CARLOS ALDA GÁLVEZ



jueves, 14 de abril de 2011

RECORDANDO LA SEMANA SANTA DE GODOJOS

LOS CENTURIONES
Así como las mozas del Señor eran chicas, los centuriones eran chicos. También iban pasando por ese oficio casi todos los mozos. Los atuendos de los centuriones estaban repartidos entre diversas familias del pueblo. El vestuario era especial, similar al representado en las figuras del monumento: Alpargatas con cintas atadas a las piernas, medias blancas, faldón, camisa, peto metálico, gorro con penacho, espada y larga pica pintada de colores. Sí, se parecían a los soldados romanos.
Los centuriones hacían guardia delante del Santísimo y acompañaban a los pasos en las procesiones del Jueves y Viernes Santo. Espectaculares resultaban los relevos ante el monumento, sobre todo, los años en que Fernando Ciria actuaba como capitán de la guardia. Saludos, inclinaciones de cabeza, giros sincronizados, golpes con la pica en la tarima de la iglesia y desfile marcial hacia la sacristía.
Los centuriones pasaban todo el día en la iglesia, bien velando al Santísimo, bien descansando en la sacristía. Para superar con éxito las horas de vigilia,  se preparaban a conciencia y sobre todo, recuperaban fuerzas con la rica limonada, que tonificaba su cuerpo y daba alegría a su corazón. Varios litros de limonada se consumían en los descansos. Al final de la tarde, todos los centuriones iban algo cargadillos, y eso se notaba en los golpes y más golpes de picas que repartían a lo largo de la procesión.
Normalmente, ya en Pascua, las Mozas del Señor invitaban a los centuriones a su merienda.

LOS CAPUCHINOS
En Godojos se llamaba capuchinos a los que se vestían con una túnica especial y se tapaban la cabeza con una capucha.
Se vestían con túnica: Toribio, que llevaba la cruz en la procesión del Jueves Santo y los dos Cireneos, que le ayudaban, el tío Donoso y el Pedrillo. Recuerdo que el tío Bernabé, que estaba entre los que llevaban a la Dolorosa y a san Juan, para el encuentro en la calle de La Amargura, también vestía una túnica negra y un capuchón plisado con dos agujeros para los ojos.
Las otras túnicas eran sencillas, de color morado, atadas a la cintura con un cíngulo y sin capirote.
A mi, de chico, me impresionaban mucho los capuchinos, en especial  Toribio, que hacía descalzo toda la procesión, con la cruz de Jesús a cuestas. La última vez que estuve el Jueves Santo en Godojos, llevó la cruz, con mucha dignidad y respeto, Enrique López (El Machaca).

LOS MONAGUILLOS
Los monaguillos tenían un protagonismo especial durante los días de la Semana Santa. A parte de asistir a todos los oficios religiosos, que eran muchos, como dejaban de sonar las campanas, recorrían las calles del pueblo golpeando el gran mazo que tenía el cura y llamando a los fieles a la función religiosa que se iba a celebrar: “A la procesión”, a “los maitines”, al “Sermón de la Bofetada”, al “sermón de la Siete Palabras”… Especial atractivo tenían para los chicos los maitines. Aunque resultaban largos y pesados, aguantábamos estoicamente, porque cuando se apagaba la última vela del lucernario, se representaba el temblor de tierra que hubo a la muerte del Señor. Entonces todos tocábamos nuestros mazos y carracas, a la vez que pateábamos la tarima para hacer más estruendo. Recuerdo que leyendo “Requien por un campesino español” de Ramón J. Sénder, comentaba este mismo episodio de su pueblo. Allí le llamaban “matar a los judíos”.
La procesión del Jueves Santo también la anunciaba el tío Valero, con una campana especial y diciendo unas frases que a los chicos  y chicas nos sobrecogían de miedo:
“Mira que te mira Dios,
mira que te está mirando,
mira que vas a morir,
mira que no sabes cuándo”.

Otros versos también se decían para asustar a los que no ayunaban  el Viernes Santo.
“Viernes Santo no ayuné,
alma mía dónde iré  
al corral de las montañas,
a comer hierbas amargas
y limones amarillos”.

Las dos procesiones más solemnes eran la del Jueves Santo y la del Viernes Santo. En la del Jueves Santo los chicos esperábamos el encuentro de Jesús con la Dolorosa y san Juan en la calle de la Amargura, pero todavía nos impresionaba más la aparición de la mujer del tío Federico, que se asomaba a la ventana, entre dos farolillos y con una palidez cadavérica. Era la única vez en todo el año que se dejaba ver.
La procesión del Entierro, del Viernes Santo, se hizo muy solemne cuando se compró el Cristo articulado y mi tío José Luis, el padre de los Nietos, construyó la cama. La representación del descendimiento de la cruz y del entierro era realmente teatral, los centuriones y su capitán lo hacían a conciencia y a todos nos impresionaba mucho.
He dejado de nombrar el Vía crucis, que todavía se hace, subiendo al cementerio y alrededor de la ermita de santa Ana. Los madrugadores que participaban y participan en él lo hacen con fervor y devoción. No perdamos esa buena costumbre.
El sábado de Gloria, después de los oficios, los monaguillos vestidos con nuestras sotanas y roquetes, y llevando el hisopo y el calderillo con el agua bendita, íbamos de casa en casa cantando el “Regina coeli laetare aleluya”, rociábamos las casa con el agua bendita y recibíamos propia en dinero o en especies. Con todo lo recogido hacíamos una gran merienda. 

No he nombrado el solemne “Miserere” que se cantaba en la procesión del Jueves Santo ni las “Horas del Reloj”, auténticas joyas de Godojos que gracias a Dios, al menos las Horas del Reloj, donde se narra toda la Pasión de Jesús, se han recuperado y se cantan al terminar la procesión. Copió dos artículos que escribí sobre ellas y que los publicó Heraldo De Aragón hace ya años.

CARLOS ALDA GÁLVEZ





RECORDANDO LA SEMANA SANTA DE GODOJOS

Cuando yo era niño, esto hace ya demasiados años, Godojos vivía su Semana Santa con mucha devoción y con gran intensidad.
Durante la cuaresma, recuerdo que la gente sacaba la BULAS, para poder comer carne y los chicos y chicas subíamos todos los viernes desde la escuela a la iglesia para celebrar el VIACRUCIS. Cada estación estaba hecha en verso y de tanto oírlas, año tras año, nos las sabíamos de memoria. La introducción decía así:
Jesús, ¡Qué consolación!
Tu me llamas amoroso,
Y yo vengo presuroso
A meditar tu pasión.
Quiero, con gran devoción,
Con gemidos continuados,
Con dolor de mis pecados,
Practicar las diligencias
Y ganar las indulgencias,
Por los vivos y finados.

Los chicos rezábamos y esperábamos las estaciones  3ª, 6ª y 9º, las tres caídas de Jesús, para tirarnos al suelo con estrépito y besar la tarima.

EL DOMINGO DE RAMOS
El domingo de Ramos, después de la misa y de la procesión con los ramos de olivo, un grupo de hombres  ponían el MONUMENTO. El monumento de Godojos estaba formado por tres arcadas abocinadas, un cuadro de fondo, dos puertas con montante encima y la espina que coronaba el arco principal y que representaba el momento en que Pilatos presenta a Jesús al pueblo junto a Barrabás. Jesús aparece vestido con un manto de púrpura y coronado con una corona de espinas. Pilatos pronuncia la frase “Ecce Homo”. He aquí al hombre. El resto de representaciones lo formaban centuriones romanos y diversos símbolos de la pasión: látigos, columnas, corona de espinas, luna convertida en sangre, sol oculto entre negros nubarrones, el gallo que cantó cuando las negaciones de Pedro…
El lunes, martes y miércoles santo no se hacía nada especial, salvo asistir a maitines, adornar el monumento y preparar litros y más litros de limonada, para beberla los días de jueves y viernes santo.

FIGURAS DE LA SEMANA SANTA

LAS MOZAS DEL SEÑOR, LOS ÁNGELES, LOS CENTURIONES, LOS CAPUCHINOS Y LOS MONAGUILLOS.

LAS MOZAS DEL SEÑOR
Ser moza del Señor era un oficio agradable. Casi todas las mozas del pueblo, un año u otro lo eran.
Su función principal era adornar el monumento. Para ello, con tiempo suficiente sembraban en un gran número de macetas lentejas y más lentejas. Las dejaban en un cuarto oscuro y las regaban convenientemente. Las lentejas, al no recibir la luz solar, crecían más amarillas que la cera y resultaban bonitas para adornar el monumento. Además se traían hermosas macetas de calas, que tenían las tías de Joaquín, “Las Elías” y se llenaba el monumento con luces y velas abundantes. Quedaba espectacular. Las mozas del Señor, ataviadas con sus negras mantillas, vigilaban para cambiar las velas cuando se apagaban o consumían. También repartían cabos de vela para las procesiones.
Cuando alguna moza del Señor se acercaba al monumento, si al centurión de guardia le hacía “tilín”, daba un fuerte golpe con la pica en la tarima de la iglesia y la moza sonreía agradecida.
En Pascua, celebraban una merienda con las propinas que habían recogido y con el dinero que habían sacado vendiendo la cera sobrante y la que habían tenido que rascar de las tarimas del monumento y de la iglesia.

LOS ÁNGELES
Siempre eran dos niños. Algunas casas guardaban los vestidos, las coronas y las alas. Un ángel llevaba una escalerilla y el otro una especie de báculo. Ambos estaban recubiertos de papeles azules y blancos, quedaban muy bonitos.
Salían en la procesión del Jueves Santo y cantaban unos versos, con una melodía monótona reiterativa, en los que se sintetizaba la pasión de Jesús. Recuerdo que empezaban así:
Viendo Jesús Nazareno
Que era ya el tiempo llegado,
De hacer la redención,
A todo el género humano,
Se despidió de su madre
Y al cuello le echó los brazos:
Madre yo voy a morir
Pues mi Padre lo ha ordenado.
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Los ángeles tenían derecho a dos suculentas meriendas, una el Domingo de Ramos y otra el Jueves Santo. Yo que fui ángel varios años, lo que más  recuerdo de la merienda era el plato de natillas con canela, que siempre nos daban de postre.