miércoles, 22 de junio de 2011

ACACIA CUMPLE CIEN AÑOS


ACACIA nació en Godojos, el día 22 de junio de 1911, por lo tanto dentro de unos días, si Dios quiere, cumplirá CIEN años.
Acacia es la madre de Inmaculada, de Pili, de Elena y de María. Tiene una nieta que se llama Elena como su madre y dos yernos, Carlos, marido de Elena  y Domingo, pareja de María.
Acacia era una mujer alta y elegante. Yo recuerdo que era una mujer dulce, como la flor del árbol que lleva su nombre, sensible, religiosa  y delicada. Siempre hablaba en voz  baja y pausada, transmitía paz. Se casó con Domingo, un hombre alto y bien plantado, muy jaque él y muy buena persona.
En Godojos siempre vivió en  “la CASA ALTA”, dominando el pueblo y frente al castillo. Esa casa tenía un gran corral y de niños subíamos a jugar con su hija Inma (Adita) y con el primo José Mari. Allí estaba la abuela Concha, madre de Acacia y de José Luis Nieto, casado con mi tía Prudencia y padre de los Nietos de Godojos.
La abuela Concha nos contaba cuentos y nos cantaba romances de tristes cadencias. El romance de “Delgadina” era nuestro preferido.
Creo que Acacia memorizó todos esos romances y con voz dulce se los ha cantado, primero a sus hijas y después a su nieta Elena. Aún canta ahora, aunque solo tiene un hilito de voz y su memoria viaja por los tiempos pasados llenos de princesas, castillos y lugares encantados. Acacia nos canta canciones ingenuas, confusa la historia y clara la pena.
Bien se merece Acacia nuestro recuerdo, nuestra felicitación, una piadosa oración y  nuestro cariño. El pueblo de Godojos debe obsequiarla con un gran ramo de flores, que vuelva a llenar su vida de colores a legres y de perfumes naturales.
Es la segunda mujer de Godojos  que alcanza los cien años. La precedió Emilia Cubero no hace mucho tiempo.
MUCHAS FELICIDADES, ACACIA, Y UN BESO FUERTE  Y CARIÑOSO DE QUIEN ESCRIBE ESTAS PALABRAS.

  CARLOS ALDA



SAN LAMBERTO


SAN LAMBERTO fue un mártir zaragozano. Cuentan la crónicas, que san Lamberto era labrador. Su dueño, al enterarse que era cristiano, le cortó la cabeza con la reja de arado. El santo mártir, tomó la cabeza en sus manos y caminó hasta el refugio que los cristianos tenían en Santa Engracia. Allí cayó al suelo y allí fue enterrado junto con otros muchos mártires. Esto ocurría en el siglo tercero, en la persecución que  el  emperador Diocleciano hizo a la Iglesia.
En Godojos se conserva una pequeña estatua de medio cuerpo del santo. Hace tiempo tenía su cofradía. Su fiesta se celebra el día 19 de junio. Era la primera fiesta en la que venían los gaiteros de Ibdes.
Los cofrades de san Lamberto eran especialmente alegres y bulliciosos. Celebraban su misa con devoción y sacaban al santo con su peana en procesión por todo el pueblo. La procesión iba precedida por el pendón del santo. Recuerdo, siendo niño, que un señor que se llamaba Cipriano, que era el padre de Luis, aireaba, movía y hasta bailaba el pendón con gran maestría. 
El baile del vermut y, sobre todo el baile de la tarde y de la noche estaba muy animado.
En Godojos, salvo en estas pequeñas fiestas, había pocas ocasiones de bailar.
San Lamberto era un santo privilegiado, pues alguien le dejó en herencia una finca. Estaba por Las Fuentes, y se llamaba el pendón de san Lamberto. El padre de Paulino y de Félix, Javielico, lo cultivó varios años. Con lo que producía y la cuota de los cofrades, estos celebraban una estupenda merienda en la bodega.
Creo que el último año que se celebró la fiesta de san Lamberto, con gaiteros, fue en 1970. Yo estaba de maestro en Ibdes. Alfredo, el gran Alfredo, pasó con su yegua a buscar al tío Nevado, el único gaitero que quedaba en el pueblo. Me ofrecí a pasarlo en el coche a él, a la flauta y al tambor. Como el tío Nevado no tenía ya tamborilero, Alfredo se lo ciñó a la cintura y le acompañó tocando por las calles del pueblo. Al atardecer, preparó un sabrosísimo cabrito que nos comimos en la bodega.
Como en aquellos años se trabajaba tanto y tan duro, los jóvenes, mozos y mozas, tenían muchas ganas de fiesta y las aprovechaban al máximo. Recuerdo a mi primo Joselillo, que festejaba entonces con María, que cantaba al día siguiente de la fiesta imitando a los sanfermineros: “Pobre, de mí, pobre de mí, ya se ha acabado la fiesta de san Lambertín.

CARLOS ALDA 

martes, 14 de junio de 2011

GODOJOS EN PRIMAVERA

Escribía  Juan Ramón Jiménez:
“La primavera ha venido,
nadie sabe cómo ha sido”.
Recuerdo con cariño las primaveras de Godojos. Las mañanas eran claras y frescas. El cielo se vestía de un azul intenso. Las golondrinas y los vencejos planeaban incansables por las calles y plazas. Los gorriones se mezclaban con las gallinas y picoteaban buscando comida o material para hacer sus nidos.
En primavera el campo empezaba a brotar con fuerza. A las viñas se les veía crecer día a día.
Recuerdo que mi abuelo nos traía ALMENDRUCOS, que los comíamos untados en sal. Su sabor ligeramente ácido era muy agradable. También traía ACEDERAS. Las acederas eran unas plantas que tenían unas hojas carnosas y jugosas también con un sabor ligeramente ácido.
A veces, en el morral o las alforjas metía un manojo de CARDILLOS, que bien limpios y cocinados convenientemente, alegraban el cocido de garbanzos que comíamos a diario.
Godojos siempre fue un pueblo que vivió por y para la vid. Llegado este tiempo, íbamos chicos y mujeres a rayar. (En otros pueblos dicen esrijar). Había quien decía, que el trabajo de rayar se debía al tío Jacobo, no sé por qué las mujeres le echaban a él la culpa de esto.
Cuando rayábamos, además de quitar brotes de los pámpanos, también les quitábamos las puntas. Estas puntas, limpias y mojadas en sal eran un rico alimento. Más de uno, después de las comidas, a manera de postre, se comía un buen manojo de puntas de pámpanos.
Otro alimento curioso y también sabroso era los AGRACES. Cuando los racimos de uva empezaban a engordar, se cortaban algunos, se colocaban en un recipiente con agua, sal y tomillo y al cabo de dos o tres días se podían comer. Su sabor era especial, difícil de describir y catalogar. Si comías muchos agraces en adobo te rechinaban los dientes y con toda seguridad  que las tripas también andaban algo sueltas.
¿Se han perdido todas estas costumbres? ¿Se van a perder todos estos sabores? No lo sé. Tal vez ahora no los soportaría, me parecerían muy fuertes, pero yo guardo de ellos, de cuando era chico, el mejor recuerdo.
CARLOS ALDA

ROMERÍA A LA ERMITA DE LA VIRGEN DE SAN DANIEL

Ayer, domingo de Pentecostés, los habitantes de Ibdes bajaron a la ermita de  la Virgen de san Daniel a celebrar con su Virgen el día del Espíritu Santo.
Hace muchos años, un buen grupo de godojeños, presididos por las autoridades y el cura del pueblo, íbamos en ROMERÍA a la ermita de la Virgen de San Daniel.
Algunos hacían el camino andando, la mayor parte íbamos montados en caballerías, que entonces había muchas en el pueblo. La senda seguida era el camino del Romeral. Llegados a Ibdes, esperábamos junto a un puentecillo que vadeaba el río Mesa. El cura se revestía con los ornamentos sagrados y los monaguillos también.
Poco después de llegar, aparecían lo vecinos de Ibdes, que bajaban en procesión, precedidos por la cruz parroquial y por su sacerdote.
El encuentro se realizaba chocando las dos cruces a modo de saludo.
Seguíamos en procesión hasta la ermita. Por el camino, que discurría junto al río, cantábamos canciones a la Virgen y rezábamos el santo rosario.
Al llegar a la ermita, los monaguillos de Godojos estábamos muy espabilados para atravesar la puerta con nuestra cruz en primer lugar. Era un privilegio que tenía la cruz de Godojos, escrito en viejos documentos y que por ningún concepto queríamos perder.
Se celebraba la santa misa  cantada por los hombres y mujeres de los dos pueblos. Dábamos gracias a la Virgen por nuestras cosechas, que ya estaban a punto de siega, y pedíamos que el tiempo fuese propicio, que lloviese cuando hiciera falta y que preservase a nuestros campos, que eran nuestra forma de vida, del pedrisco y de las plagas malignas.
Después de la misa, en la explanada de la ermita, almorzábamos tortilla de patata, ricas magras, costillas y longaniza que nuestras madres habían preparado meticulosamente en las alforjas. Por supuesto que las botas de vino corrían de mano en mano sin parar.
Volvíamos a casa felices, desandando el camino realizado de madrugada por la senda del Romeral.
Yo recuerdo con mucho cariño esa romería a la ermita de la Virgen de san Daniel.
Una anécdota. El cura de Godojos era Mosén Félix y el de Ibdes Mosén José María. Este último había comprado un balón de cuero para sus monaguillos, pero estos preferían jugar a la pelota mano en su frontón. En una de estas romerías le ofreció el balón  a nuestro cura. Por 10 duros, o sea, cincuenta pesetas, compró el balón Mosén Félix. A partir de entonces comenzó a formarse el equipo de fútbol de Godojos que tantas tardes de diversión nos proporcionó a chicos y mayores.