viernes, 9 de marzo de 2012

DÍA DE LA MUJER TRABAJADORA

Nuestras trabajadoras mujeres se merecen tener un día de fiesta, para que nunca olvidemos los hombres lo mucho que han hecho, hacen y harán por nosotros. Mi mujer, que ha sido buena trabajadora toda su vida, quiso celebrar este día con sus cuñadas, primas y amigas. Para ello preparó una suculenta comida en nuestra bodega.
La hora prevista para empezar la fiesta eran las tres de la tarde, ya que Lupi, Charo y Tere todavía son jornaleras y salían de sus respectivos trabajos a esa hora.
¡Qué alegría, que algarabía  y cuántos besos de saludo! Poco a poco fueron llegando todas provistas de ricos obsequios. Mis hermanas Rosa y Maricarmen, así  como la prima Lupi aparecieron con  sendas trenzas. Marisa con un artesanal y riquísimo brazo de gitano. Conchita con unos redondos y sabrosísimos buñuelos. Elena con una empanada casera, fabricada por ella, que estaba para chuparse los dedos. La amiga Maricar con dos bandejitas de almendras recubiertas de chocolate que están de vicio y Charo y Tere con sendas botellas de cava, Ana de Codorníu, dorado y lleno de ascendentes burbujas.
Como ya era tarde, se empezó a comer con rapidez y con buen apetito. La mesa estaba llena de auténticos manjares: bandejitas de jamón ibérico, salmueras al ajillo, montaditos de paté francés y de brandada de bacalao, gambas con gabardina a la harina de tempura, riquísimas croquetas caseras, trocitos de la empanda hecha por Elena, ensaladas de ventresca con cebolla caramelizada y de rodajas de tomate aliñado con aceite de Borja y adornado con daditos de queso fresco. El vino fue lo más flojo, pues aunque saqué vino blanco de la Ribera del Duero, casi todas se apuntaron al dulzón Lambrusco.
Después de estos entrantes mi mujer había preparado una gelatinosas cocohas, hechas al estilo vasco que resultaron de cinco tenedores. La alegría, el guirigai, el buen humor y la risa abierta presidieron toda la comida. De postre se tomó una ensalada de frutas.
Durante el café se saborearon y alabaron todos los dulces, sobre todo los artesanales, y se bebió y brindó con el riquísimo cava Ana de Codorníu.
Se brindó por las presentes y se formuló el deseo de celebrar cada año esta magnífica fiesta.
Aunque la conversación era alegre, distendida y gratificante se decidió emprender una partida de guiñote y otra de rabino. Elena se hizo con el rabino y en guiñote las parejas quedaron empatadas. Sin embargo, decidieron terminar de jugar y seguir con la conversación, porque resultaba más jugosa y más entretenida que las cartas.  Cerca de las ocho de la tarde se puso fin a la fiesta y nuevamente los abrazos, los besos y la algarabía llenaron el salón de la casa. Todas felicitaron a mi mujer, Maribel, por la buena idea que había tenido, ponderaron lo bien que lo habían pasado  y agradecieron de corazón la invitación.
Nosotros también nos sentimos contentos y agradecidos por su aceptación y participación y prometemos celebrar otra al año que viene e incluso, si se tercia, repetir la invitación con cualquier escusa. El “carpe diem” a nuestra edad es fundamental, ya que un día sin fiesta, sin alegría o sin una sonrisa es un día perdido.
ZARAGOZA, 9 DE MARZO DE 2012
CARLOS ALDA

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