jueves, 7 de febrero de 2013

INVIERNO EN GODOJOS


Los inviernos eran duros en Godojos. Todos los años solían caer grandes nevadas, que hacían difícil la circulación por las calles. Recuerdo haber visto a mi padre y a otros hombres retirar la nieve con palas para abrir caminos hacia la fuente o hacia la iglesia. Los tejados se llenaban de chorlitos o carámbanos que colgaban como puñales amenazadores. Los pobres gorriones se acercaban hasta los gallineros intentando conseguir algunos granos de alimento. Por las mañanas los hombres se refugiaban en la posada del  Tío  Ramón o tomaban el sol, si es que lo había, en lugares protegidos del aire y por las tardes se llenaba el bar de personas que jugaban a las cartas y fumaban sin parar. Las mujeres permanecían en las casas calentitas junto a los braseros, cosiendo, jugando a las cartas o en amigable conversación con las amigas o familiares.
La vida en Godojos era muy sencilla. Gracias a que se había matado el cerdo había comida abundante y la grasa necesaria para apañar los cocidos, las patatas o los diferentes guisos que entonces se hacían. Se comían las morcillas y las ricas tajadillas de papada o de la cinta que sabían a gloria. El corral estaba abarrotado de sarmientos, que se habían recogido después de la poda, pasando mucho frío al sarmentarlos. Entre las aliagas, los sarmientos y tal vez alguna cepa se mantenía caliente el hogar y la cocina, lugar donde se hacía la vida.
No faltaban los huevos, pues todo el mundo tenía sus gallinas en el corral, ni la leche para desayunar  por las mañanas, pues la madre ordeñaba la cabra dos veces. También teníamos los cabritillos a los que habíamos cuidado con mimo y con cariño. Cuando nacieron disfrutamos de los sabrosos calostros y cuando ya eran mayores los sacrificábamos con gran pena.
Las fiestas en invierno eran pocas pero muy celebradas: San Antón, san Sebastián, la candelaria y san Blas. San Blas en Godojos era punto y aparte. Ya conté el año pasado como se hacía. El gallo que colgábamos en la plaza, nos alegraba el día a todos. Recuerdo que en cierta ocasión  vimos venir al Goyo con tres pollos, dos capones y un gallo. Los había ganado en una carrera de las que se hacían en los pueblos. Ese año le compramos a la tía Paca el gallo que había ganado el Goyo, que era muy hermoso y con una cresta muy roja. San Blas era una fiesta entrañable y poética a la vez. Los vates del pueblo componían versos y rimaban canciones contando las andanzas del gallo por las casa del pueblo.
Otras fiestas de invierno eran LAS MERIENDILLAS que se celebraban el JUEVES LARDERO Y EL SÁBADO OVERO, donde aparte de comer la molleta con el palmo de longaniza y las magras de lomo, o la clueca con los huevos duros y las cosas buenas del cerdo. Además esos días comíamos los buñuelos, huecos, sabrosos, endulzados con azúcar o con miel. Las cuevas de san Jorge eran nuestros refugios esos días. Actualmente aún celebramos en Godojos la merienda del sábado overo.
Después de las merendillas venía el miércoles de ceniza y el inicio de la cuaresma. Los maestros nos subían  a la iglesia para que nos impusieran la ceniza y nos recordaran que somos polvo y que en polvo nos tenemos que convertir. También nos subían a la iglesia el viernes por la tarde para hacer el “VIACRUCIS”, así que nos sabíamos de memoria lo que se rezaba en cada estación.
Después de la cuaresma terminaba el invierno y llegaba la primavera. Con el buen tiempo también la vida mejoraba en Godojos.
CARLOS ALDA
ZARAGOZA 7 DE FEBRERO DE 2013



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