martes, 17 de enero de 2012

VIVENCIAS EN GODOJOS


Entre Zaragoza y Godojos  solamente hay algo más de cien kilómetros. Es gratificante recorrerlos, aunque sea en invierno, si sabes que allí te esperan personas a las que aprecias y que sabes que te aprecian, para pasar juntos unas horas, compartir sabrosas chuletas en la bodega, paladear los naturales y apreciados vinos de cosechero y disputar unas competitivas partidas de guiñote en el acogedor bar del pueblo.
Tres veces he visitado Godojos, acompañado de mi mujer, a quien cada vez le gusta más pasar algún rato en el pueblo rodeada de amigos y familiares.
A finales de noviembre me llamó un amigo y antiguo profesor  y me dijo que estaba con su señora en el balneario de las Termas en Alhama. Me faltó tiempo para recomendarle que se presentase al primo Máximo, quien desde el primer momento  los trató como amigos. Además, de inmediato, aprovechando que  Borque y la prima Conchita estaban allí, les preparamos una invitación en la bodega. Aceptaron gustosos y se lo pasaron en grande. Bebieron y comieron a placer y alabaron lo ricas que estaban las chuletas, lo bien que pasaba el vino tinto y lo agradable qu4e les resultaba nuestra compañía.
Tomamos café en el bar y recorrimos el pueblo. Les llamó la atención tanto el castillo como la iglesia. “Es una iglesia bonita y muy amplia”, comentó mi amigo.  Regresaron al hotel muy contentos y prometieron volver a visitarlo en verano.
De nuevo volvimos a Godojos en el puente de la Constitución. Aperitivo  en el bar, merienda en la bodega y disputadas partidas de guiñote durante la tarde y también después de cenar. Es estupendo bajar al bar y encontrarte con caras conocidas, hablar con los amigos y comentar historietas y ocurrencias vividas hace muchos años. Godojos los días de fiesta con ambiente es agradable y acogedor.
DÍA DE LA VIRGEN DE ESPERANZA
¡Qué recuerdos tan agradables me trae esta fiesta! De niños la vivíamos con emoción y entusiasmo. Los nueve días anteriores se hacía la novena en la ermita de la Virgen. Se rezaba y se cantaban cánticos muy bonitos. Mi padre se los sabía de memoria y recuerdo que Germán Monge, antes de morir mi padre, me trajo uno de los versos que se cantaban a la Virgen de Esperanza en su novena.
La víspera de la Virgen, los mozos hacían una pequeña hoguera en la plazoleta cerca de la ermita. Al día siguiente había misa solemne presidida por el Ayuntamiento en pleno. Recuerdo que el alcalde llevaba la vara de mando. Después de la misa las autoridades, el cura, el médico y la Guardia Civil tomaban el aperitivo en el salón del Ayuntamiento. A los monaguillos nos daban una copita de vino dulce y una barrilla de guirlache que nos sabía a gloria.
Esto son recuerdos para la historia. Este año, la víspera se hizo una gran hoguera en la bajada de la fuente. Las llamas oscilaban altas y brillantes como lenguas de gigantescos dragones. Hubo que amortiguar el fuego rociando desde lo alto con pozales de agua. Muchas personas disfrutaron de estos momentos y después pudieron asar las consabidas patatas y algunas ristras de chorizo y longaniza. A pesar del frío el ambiente era cálido y de buen humor.
Al día siguiente, asistimos a misa y el cura mejicano nos hizo cantar, aplaudir y corear piropos a la Virgen de Esperanza. Sacamos a la Virgen en procesión por el pueblo. Estaba guapa, tan adornada y florida en su peana. Recordé parte de una oración que le hacíamos cuando yo era niño: “Pues vuestro poder alcanza, cuanto de Dios esperamos, Madre, Virgen de Esperanza”. Repetí estas frases con devoción recordándome de de los presentes y de los que ya no podían estarlo, pero que sin duda las rezaron un día llenos de fe y de cariño hacia nuestra Virgen.
La comida de hermandad, costeada por el Ayuntamiento, en el salón de las escuelas, fue genial y estuvo muy concurrida. Conté más de cien comensales. Los aperitivos fueron abundantes, buenos y contundentes. El vino “Alhago” estaba en su punto. Después del aperitivo, el restaurante “JOMA” nos trajo un guisado calentito y muy sabroso. Varias señoras de las que allí estaban repartieron los platos por las mesas y en pocos minutos todos estábamos dando buena cuenta de nuestro exquisito guisado. Había alegría, ambiente festivo y ganas de pasárselo bien. Después de los postres subimos hacia el bar donde pronto se ocuparon todas las mesas con sendas partidas de guiñote o de rabino. Da gozo ver el bar rebosante de personas pasándoselo en grande. Tengo que reconocer que no todo fue estupendo, pues Conchita y mi mujer nos dieron al Borque y a mi una soberana paliza al guiñote.
Me hubiese gustado pasar algún día de las navidades en Godojos, pero por una cosa o por otra me fue imposible viajar hasta allí.   




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