jueves, 20 de octubre de 2011

VERANO EN GODOJOS

Pasar unos días del verano en Godojos es un privilegio. Este año he tenido la suerte de disfrutar de este privilegio. Llegué a Godojos la tarde del día doce de agosto. Una gran tormenta había descargado más de cincuenta litros  de agua por m2, según me comentaron los que la presenciaron. Las calles del pueblo bajaban como ríos. Los caminos del campo, convertidos en torrentes, se precipitaban impetuosos, llenos de agua roja, hacia el barranco. El barranco Baldaroque  rebosaba de agua, como yo lo recordaba de niño, cuando subíamos a Santa Ana, o bajábamos al puente, después de la tormenta, para contemplar la magnitud de la riada. En la confluencia del barranco de Carraibdes con Baldaroque  se formó un inmenso lago de agua achocolatada. Al pasar con el coche por el Chorrillo, se oía el estruendo que formaba la masa de agua y los guijarros que rodaban incansables, impulsados por la fuerza torrencial de la corriente.
Después de la tormenta, el cielo de Godojos quedó transparente. El aire olía a frescor, a ozono y a hierba mojada. Los árboles de la plaza movían agradecidos sus limpias y brillantes hojas.  La gente, que todavía permanecía en el pueblo, estaba contenta.
Ese mismo día al atardecer, en la bodega “LA CEPA”, con mi amigo BORQUE y en compañía de Salva, Tere, Conchita, mi esposa Maribel y quien escribe estas líneas, merendamos unos sabrosos caracoles y un riquísimo cabritillo, por supuesto regado con el recio y oloroso vino tinto que Jesús  guarda en su bodega.
Desde la bodega nos bajamos al estupendo bar del pueblo, no sin antes saludar al amigo Amalio y a Rosa, que tomaban la fresca en la puerta de su bodega. Allí saludamos a los bebedores y nocherniegos de la terraza del bar o de su acogedora barra.
Rápidamente emprendimos una partida de guiñote, para jugarnos los ricos cafés y licores que nos sirvieron con maestría y buen humor Esther y Pascual. La velada fue de lo más agradable. Cuando ya se hizo muy tarde subimos a descansar, no sin antes contemplar el maravilloso cielo estrellado que se divisa en lo alto del Picazo desde las Cuatro Esquinas.
 El día trece de agosto amaneció claro y transparente. El cielo tenía un color azul intenso. Tras saludar a los guardianes de la plaza, que toman la sombra debajo de las tupidas moreras, en compañía del Borque, emprendimos el viaje, andando hacia el enebro que se alza airoso en la Atalaya. El ENEBRO es más viejo que el árbol de Guernica. Lo han contemplado nuestros padres, nuestros abuelos, bisabuelos y nuestros tatarabuelos. Si quisiéramos hacer un escudo de Godojos debería aparecer el enebro junto al castillo, el eco y el cerro de “Santana” donde se ocultan las bodegas. La subida hasta la Atalaya es dura y costosa. Además el camino había quedado muy perjudicado con la tormenta del día anterior, pero tuve suerte, a la mitad de la cuesta apareció mi primo Máximo con su coche y me llevó hasta la cumbre, Borque terminó la penosa ascensión a pie. Allí nos repusimos con un sencillo almuerzo en el que había pan, vino, jamón, chorizo de caza mayor, sardinillas en aceite y jugoso queso de cabra.
El paisaje que se divisa desde el enebro es una maravilla. Al fondo aparece el pueblo coronado por la torre de su castillo. A los pies están las chorreras de Los Barrancos y el zigzagueante Baldaroque. La vista domina todo el término hasta la dehesa de Alhama. Muchos son los recuerdos que se agolpaban  entonces en mi mente. La inmensa extensión de viñedos que poblaban todos esos campos cuando yo era niño. La vida que  bullía en ellos. Hombres curtidos que trabajaban sus tierras ayudados por sus caballerías y acompañados de sus perros. Canciones que se oían por doquier. Sudores que se derramaban antes de recoger las cosechas…
Con Máximo recorrimos parte del campo para comprobar la magnitud de la tormenta del día anterior. Ya en el pueblo y acompañados por las mujeres y otros amigos del pueblo disfrutamos de un generoso vermut en la acogedora y fresca terraza de nuestro bar. 
De nuevo merienda en la bodega, tertulia en el bar y partida de guiñote. Saludamos a Pili y a Santiago que estaban acompañados de un matrimonio de Zaragoza, conocidos por ser vecinos en la playa de Miami y por ser la Directora del colegio Madre Vedruna de Zaragoza. También saludamos con alegría a nuestro amigo Miguel Ángel, a su madre Librada y a sus hermanas, cuñados y sobrinos. Me alegró mucho encontrarme con Jesús Martínez, amigo de la niñez, así como con su simpática pareja. En los días sucesivos saludamos a Olga y a su hermana, también a sus dos hijas y a sus respectivas parejas. Al salir de misa el día de la Virgen pudimos saludar al resto de las personas del pueblo, a las que me gustaría nombrar, pero que no lo hago porque resultaría demasiado prolijo.
Los días fueron pasando de forma agradable. El último día, día de san Roque, oigo doblar tristemente las campanas. Tocan a muerto. Me dicen que ha fallecido FERMÍN CEBOLLA LÓPEZ. Yo me recordaba perfectamente de Fermín. Lo recuerdo cuando era estudiante y también  cuando se hizo sacerdote. Fermín era una persona activa y despierta. El arzobispo Morcillo lo tuvo  a su lado como sacerdote periodista. Cuando a  Monseñor Morcillo lo hicieron arzobispo de Madrid, el sacerdote Fermín se trasladó con él a la Villa y Corte. Allí abandonó el sacerdocio y se dedicó de pleno a su profesión periodística. Fue Director de la agencia COLPISA. Hubo un tiempo en el que leí, en Heraldo de Aragón, muchos artículos cedidos por dicha agencia y firmados por él. Fermín fue un gran periodista y los de Godojos nos tenemos que sentir orgullosos de que un paisano y pariente nuestro triunfara en su profesión a nivel nacional. Desde aquí doy mi sentido pésame a su hermana Dolores, a José Antonio y a todos sus parientes más cercanos.
La tarde de san Roque abandoné Godojos, no sin pena, para volver a la playa. También en la playa se está muy bien, pero como en Godojos…
En septiembre, BORQUE  Y CONCHITA pasaron unos días de descanso en la playa con nosotros. Borque se puso el bañador, pero no conseguimos que se mojase ni siquiera hasta la rodilla. No pasó lo mismo con Conchita que se dio unos fabulosos baños.
Tengo entendido que el sábado, día uno de Octubre, personajes importantes de Godojos disfrutaron de una estupenda comida en el bar del pueblo. Allí se reunieron Joaquín Domingo, uno de los pocos patriarcas que quedan en Godojos. Amalio Millán, ilustre por sus muchas relaciones con la alta aristocracia del país. Jesús Monge, mayorista de Mercazaragoza y su hermano José.  Les acompañaron las dos Rosas, esposas de Amalio y de Jesús. Alguien me dijo, que además de comer opíparamente, pasaron unos momentos inolvidables recordando tiempos pasados.
Miami Playa. Día 5 de octubre de 2011.
Carlos ALDA
  

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