GODOJOS Y SUS UVAS
A veces decimos que hay gente que “tiene mala uva”. De
Godojos no podemos decir eso. En Godojos siempre ha habido buena uva. La uva
fue durante mucho tiempo la vida de Gosdojos. Se vivía para la uva y por la
uva.
En las viñas había muchas clases de uva: Robal o (Bobal), Viuna o(Viura), Garnacha, Moscatel, Tempranillo, Moristel… yo
solamente sabría distinguir las más comunes, pero los entendidos sabían muy
bien cual era cual y qué propiedades tenían.
Antes de la vendimia nos acercábamos a las viñas para coger
uvas y conservarlas colgadas durante parte del invierno. Recuerdo que había
unas uvas preciosas llamadas de COLGADERO. Tenían los granos muy sueltos y
brillantes. Además eran bastante gordos
y su color era de un morado intenso.
Estas uvas tenían la particularidad de que se conservaban durante mucho tiempo
intactas, tal vez un pelín arrugadas.
Otras uvas muy buscadas eran aquellas que tenían unos granos
muy gordos y de color rojo. En el pueblo se les llamaba de COJÓN DE GATO o de
SANGRE LIEBRE. Eran unas uvas muy sabrosas, aunque tenían unas pepitas muy
gordas. También eran buenas para colgarlas y guardarlas durante mucho tiempo.
Colgadas también se guardaban uvas blancas de garnacha o de robal. Las uvas de garnacha negra se
guardaban extendidas sobre tableros o cañizos. Como sus granos eran pequeñitos
llegaba un momento que se convertían en pasas. Eran muy ricos de comer y se
empleaban para mezclarlos con los bizcochos.
Las uvas de moscatel y de viuna se comían de postre antes de
las vendimias. El moscatel había que cogerlo pronto porque en caso contrario se
lo comían las avispas. Su sabor era dulce como el de la malvasía.
Las uvas que se
guardaban en los graneros servían para postre durante muchos meses y también
para mezclarlas con las migas. En Godosjos se comían muchas migas, porque el
pan, cuando se ponía duro, se aprovechaba de esa manera.
Los vendimiadores que venían de otros pueblos y los de
Godojos no se resistían, de cuando en cuando, en dar unos bocados a los racimos
más lustrosos, maduros y brillantes. Los galgos, que andaban sueltos por el
pueblo y pasaban mucho hambre, también comían del fruto de las cepas.
Una anécdota curiosa. Cuentan que una cuadrilla de
vendimiadores, que iban para alguien de Godojos, se quejó, porque en la comida
que les enviaban al campo, nunca encontraban postre. La dueña de la casa y
encargada de preparar las viandas mandó coger un canasto de ricas uvas, de uno
de los cuévanos, y enviárselas en la próxima comida. Fue una buena idea.
Zaragoza, 16 de octubre de 2012
CARLOS ALDA
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