Hoy hace una semana que dimos cristiana sepultura a mi
hermano Alfonso. Se nos fue en el mes de abril, cuando la naturaleza brota y
renace a una nueva vida. Él también pasó a una NUEVA VIDA, sin hacer ruido, sin
molestar a nadie, tal como había vivido siempre.
Mi hermano nació en Godojos
hace setenta y ocho años. Pasó su infancia y parte de su juventud en el
pueblo. Él recordaba al pueblo, a los primos, a los amigos y a los años vividos
en Godojos con mucho cariño. Como era bueno, en todos los lugares donde estuvo
fue feliz y muy querido por aquellos que con él convivieron.
De niño y después de joven fue un gran aficionado al fútbol.
Sé que después del trabajo en el campo, junto con otros forofos del pueblo, no
dudaba en coger la senda de la “Cuesta” y pasar a Alhama para ver partidos
televisados, porque en Godojos no había TV. Recuerdo su alegría cuando
consiguió un ping para lucirlo en su chaqueta del Atlético de Bilbao, porque
cuando tenía catorce o quince años, era admirador y también hincha de este
equipo. Ya viviendo en Zaragoza se hizo socio y seguidor del Zaragoza. Durante
muchos años subió domingo tras domingo a la Romareda para presenciar los
partidos. La mala racha del equipo le desilusionó y se dio de baja como socio.
Como buen Godojeño le gustaba jugar al guiñote. Él, que de
por sí no era muy hablador, no dejaba de charlar y decir chascarrillos durante
las partidas. En los muchos años que veraneó con la familia en Miami Playa, su
mayor diversión era participar en las partidas que jugábamos en las terrazas
por la tarde o noche y las que con los
amigos jugaba en el chiringuito de la cala. Expresiones que decía como: “papá y
mamá”, cuando cantaba las cuarenta o “A esta rata quien la mata”, cuando
terminaba la partida y hacía las diez de últimas, quedarán siempre en nuestro
recuerdo. Seguro que este verano le echaremos mucho de menos.
Nos recordaremos de él y del cariño que demostraba hacia sus
sobrinos y sobrinas así como a los nietecicos que tenemos los hermanos.
Disfrutaba dándoles propinas y jugando con los más pequeños.
Fonsito, como todos le llamábamos, tenía una memoria
prodigiosa. Cuando teníamos alguna duda sobre gente relacionada con el pueblo,
él nos aclaraba las cosas rápidamente. También se recordaba de todas las fiestas,
y sabía con mucha anticipación cuando caía la meriendilla, la Semana Santa o la
fiesta del Sagrado Corazón de Jesús.
En su entierro se volcaron con él los familiares, todos los del pueblo y también los amigos que
conocieron su fallecimiento. Desde aquí, muchas gracias de parte de la familia.
Cuando en la vida se siembra bondad, se recoge cariño y agradecimiento. Publico
también en estas páginas lo que leía al final de la misa para despedirlo.
Descansa en PAZ
querido hermano. Tus familiares y tus amigos te recordaremos siempre con
cariño y pediremos a Dios que te dé el descanso eterno.
ZARAGOZA 17 DE ABRIL DE 2016
CARLOS ALDA GÁLVEZ
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