El día 6 de febrero se celebró en Godojos “LA
MERIENDILLA”. Mis recuerdos me llevan a
la época en que éramos niños. Los dos días de la meriendilla eran unos de los
días más felices del año y por lo tanto de los que mejores recuerdos se
guardan.
A las once de la mañana abandonábamos la escuela, de la que
salíamos en desbandada. Nuestras madres ya nos habían preparado la molleta con
el palmo de longaniza, las costillas, las magras y el chorizo. La solíamos
coger haciendo los buñuelos, que salían tan huecos y sabrosos como los que más. En un talego limpio, ya que no había mochilas
como sobran ahora, nos colocaba la merienda: la molleta rellena, los buñuelos
con miel o azúcar y un par de naranjas sanguinas para postre o para la
merienda.
Todos los chicos nos juntábamos en la plaza y partíamos en
pandilla hacia las cuevas de san Jorge. Las chicas iban por otro lado. Los
talegos los llevábamos colgados a la espalda, como rudimentarias mochilas.
Poníamos un pitón o canica en cada uno de los extremos y lo atábamos con sendas
cuerdas a la boca del talego a modo de mochila. Llegados a san Jorge, subíamos
a la cueva y empezábamos a dar buena cuenta de la merienda. La realidad es que
nos comíamos todo, salvo algo de pan y las naranjas que las dejábamos para
comerlas por la tarde en el puente o en la fuente de Santa Ana.
Ahora en Godojos hay pocos chicos, pero los mayores han
retomado la ancestral costumbre y disfrutan del día a tope. Este año la cueva
se llenó de comensales. En principio un sol maravilloso los acompañaba y se
estaba estupendamente bajo la rocosa bóveda. Sin embargo después de saborear
las viandas, el viento ábrego se
levantó con fuerza y obligó a todos a
volver al pueblo. Aún hubo unos valientes que se fueron a la ermita de san
Jorge a cantar con Carlos y su Guitarra.
En el reportaje gráfico se ve la cara de satisfacción de
todos y lo bien preparadas que estaban las molletas y lo huecos y sabrosos que
debían estar los buñuelos. Por cierto debéis conocer, que los buñuelos los enseñó a hacer un hermano de Toribio, que
se llamaba Paulino, y que era pastelero en Zaragoza, donde poseía una estupenda
pastelería. El dio la fórmula: un vaso de agua, medio de aceite, cuando la
mezcla está a punto de cocción se echa un vaso de harina y se hace la masa. Se
deja enfriar y cundo ya está en su punto se mezcla con cuatro huevos, batidos
uno a uno. Se fríen en la sartén lentamente y con abundante aceite de girasol.
Ellos solos se llenan de aire y se dan la vuelta sin necesidad de tocarlos.
La meriendilla es un día más de convivencia y alegría entre
los que aman a Godojos.
ZARAGOZA, 10 DE FEBRERO DE 2016.
CARLOS ALDA
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