Mis recuerdos de cuando era niño
y vivía en Godojos son de un mes muy frío. Los chicos bajábamos un poco antes a
la escuela para encender la estufa de serrín, era el único medio de calefacción
de entonces, el maestro colocaba su mesa junto a la estufa y nosotros los
pupitres a su alrededor. No siempre había serrín. El ayuntamiento hacía acopio
de él en el matadero, pero a veces se acababa. Recuerdo un maestro, que se
llamaba don Francisco, que, un vez que se acabó el serrín, nos pidió que
bajásemos suelas de alpargata de goma, ya viejas, o albarcas que no valían.
Nunca la estufa dio tanto calor como los días en que empleamos este
combustible, lo del olor a goma, daba igual. Las chicas eran más limpias y se
bajaban unas rejillas con brasas sobre las que ponían los pies.
Casi todas las mañana amanecía
con unas escarchas muy fuerte, que blanqueaban el cerro de las bodegas como si
hubiese nevado. Pero en Godojos todas las casa habían matado ya sus cerdos y
gracias a las morcillas y a las tajadillas de tocino tomábamos las suficientes
calorías como para aguantar el tipo. Casi todos los años nevaba y los hombres
se afanaban en trazar caminos retirando la nieve para bajar a la fuente o ir a
la iglesia. Con las heladas nocturnas grandes carámbanos de hielo o chorlitos
colgaban de los tejados de las casas. Como no se iba al campo, los hombres
tomaban el sol en la plaza o se resguardaban en el patio de la posada del tío
Ramón y de Ana María comentando sus
cosas. Por las tardes el bar se llenaba de personas y de humo de los muchos
cigarros y farias que se fumaba.
Al atardecer nos resguardábamos
todos en torno al hogar, donde ardían los sarmientos y las brillantes brasas de
una cepa que se consumía lentamente. Con las brasas que sobraban se llenaba el
calentador que hacía soportable meterse entre unas sábanas heladas, porque las
habitaciones registraban unas temperaturas mínimas.
Además de Año Nuevo y Reyes, la
única fiesta del mes de enero era el día de san Antón. Como en Godojos había
tantas caballerías los mozos subían a santa Ana y daban con las mulas tres
vueltas, parando en cada una de ellas junto a la puerta de la ermita a rezar un
“padrenuestro”.
Los chicos veíamos esta ceremonia
expectantes desde la plaza y gozábamos si lo hacían montados en las mulas y
corriendo. No se iba a la iglesia como ahora a bendecir los perros y los gatos.
En Godojos, estos pobres animales no tenían muy buena vida. Por otra parte lo
único destacable de san Antón era que nos comíamos el morcillón del cerdo, que
solía estar buenísimo. También las gallinas solían empezar a poner huevos,
temerosas de la amenaza que les hacía el dicho: “Por san Antón gallina pon y
sino retorcijón”. El día 20 era la fiesta de san Sebastián y san Fabián, que se
celebraban en muchos pueblos, por ejemplo en Nuévalos, pero no en Godojos.
En febrero los chicos
celebrábamos la fiesta del Gallo para san Blas. Ahora andábamos ocupados
aprendiéndonos nuestras canciones. Pero eso
ya lo comentaremos otro día.
Zaragoza 26 de enero de
2015-01-26
CARLOS ALDA
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