Estamos a finales de enero y Godojos ya ha pasado sus buenos
días de frío. Ha nevado en Godojos. Las heladas han sido fuertes y los
“chorlítos” o carámbanos han colgado
como trofeos del frío invierno de las canaleras de nuestros tejados. Pero no
importa el frío. En las casas se resiste
bien. Hay mucha leña, leña abundante. Buenas cepas, troncos secos de
almendros y de cerezos, estufas clásicas y eléctricas, calefacción individual.
Hace ya muchos años la leña era fundamental en Godojos. Las
aliagas, los espliegos, los sarmientos, las cepas, cualquier producto del campo
que pudiera arder en el hogar. Recuerdo cómo lloraban los sarmientos aún verdes, cómo crepitaban
las aliagas. Qué papel tan importante desempeñaban las aliagas en las matanzas
de los cerdos. Además de servir para calentar el agua en las calderas para
pelarlos o para cocer las morcillas, servían, como teas, para quemar los pelos
del morro o de otras partes que habían quedado después de pelarlos.
No es descriptible la alegría de las matanzas, que en
Godojos se celebraban sobre todo en Diciembre y Enero. La gente tenía otra
cara. Se le veía más satisfecha, tal vez porque la alimentación era mejor,
porque se comía con más sustancia, porque se ingerían más calorías, porque se
saboreaban más los alimentos. ¿Quién no disfrutaba comiéndose las degolladuras
en el almuerzo de la mañana en que se mataba el cerdo? ¿A quién no le gustaba
las morcillas de arroz, las morcillas de hígado, las tajadillas de papada o los
chorizos y longanizas? ¿Qué chico no disfrutaba sobando la vejiga, hinchándola
con una paja y dándole patadas después?
Benditos cerdos que tanto hambre quitasteis en el pueblo y
que tantas alegrías nos disteis en aquellos tiempos duros, pero llenos de vida
y felicidad en Godojos.
Se aproximan las fiestas de La Candelaria y de san Blas. Las
dos se celebraban en Godojos el día de La Candelaria los niños y niñas subíamos
a misa desde la escuela, nos daban un cavo de vela, que era nuestra candela y
asistíamos a la procesión por la iglesia con nuestro cavo encendido. El trocito
de vela que nos quedaba lo guardábamos como oro en paño, por si alguna vez se
iba la luz en casa.
El día de san Blas era la fiesta de los chicos. Realmente
era una fiesta machista, que ahora la prohibirían, porque solamente
participábamos los chicos. La preparábamos con más de un mes de anticipación.
Buscábamos el mejor gallo y pedíamos a los versificadores del pueblo que nos
hicieran nuestra canción. El gallo se recorría todo el pueblo, desde las casas
del Portón hasta la del tío Bernardo y contaba todo lo que merecía la pena
contar que pasaba en ellas. Era una fiesta muy divertida culminada con una
estupenda merienda.
Bueno, esto son algunos recuerdos de Godojos, que me apetece
escribirlos aquí y que sé que a muchos les gustará volver a vivirlos aunque sea
simplemente leyéndolos.
Zaragoza, 30 de enero de 2014.
CARLOS ALDA
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