Tengo suerte. Mis recuerdos de
Godojos son todos buenos. Los veranos eran calurosos y divertidos. Es cierto
que, ya siendo niños, teníamos que trabajar y ayudar a nuestros padres en las
labores relacionadas con el campo y con la recolección de las cosechas. ¿Quién
no recuerda los tiempos de “RAYAR”?
EL CAMPO DE Godojos se llenaba de hombres, mujeres, niños, animales y toda
clase de sombreros y canciones. Uno a uno íbamos despuntando los pámpanos y
quitando cantidad de brotes, para que las uvas engordasen más. Era un tiempo
alegre amenizado por alguna tormenta y por la consiguiente barrancada. Las
mujeres, sobre todo las mocicas, protestaban por tener que ir a rayar. Echaban
la culpa de este nuevo trabajo al tío
Jacobo, se ve que gracias a él se empezó a rayar en Godojos, trabajo
importante para que engordasen laS uvas quitando la exuberancia de los
pámpanos.
Pocas fiestas se celebraban en
estos meses. Había pasado san Gregorio y en junio celebrábamos la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. Esta fiesta
era muy importante en Godojos. Siendo alcalde mi Padre, Ildefonso Alda y
teniente de alcalde, Cipriano Borque, se decidió traer una banda de música que acompañara los
numerosos actos litúrgicos, sobre todo la misa y la procesión, que amenizara el
baile del vermut, a medio día, y que distrajera a todos con los bailes de la
tarde y de la noche. Era un descanso necesario en medio de las faenas de la
siega. Yo era muy pequeño, pero mi abuelo Royo murió la víspera del Sagrado
Corazón de Jesús, recuerdo que lo
enterraron y tocó la banda de música, canciones tristes en el entierro. En
Godojos se tenía mucha devoción al Sagrado Corazón de Jesús, en muchas puertas
estaba su imagen y la plaza principal del pueblo lleva su nombre.
Después del Sagrado Corazón de
Jesús se celebraba, en plena vorágine de la cosecha, la fiesta de san Lamberto. Los cofrades la
disfrutaban a tope. Pasaban los gaiteros
de Ibdes, con su tambor y su clarinete, que acompañaban a los cofrades en
sus desplazamientos y que después montaban un gran baile en la plaza, tanto por
la tarde como por la noche. En Godojos, en aquellos tiempos se bailaba mucho,
nadie se perdía una pieza. Más de una pareja de novios salió gracias a estos
bailes. Los cofrades de san Lamberto tenían una finca y disfrutaban de sus
beneficios.
Mis recuerdos de finales del mes
de junio se sitúan en los cerezos que tenía mi abuelo en una finca del
barranco. ¡Qué cerezas más ricas! Con mis vecinas, “Las Elías”, íbamos de
madrugada y traíamos llenas unas cestas blancas y grandes que era donde se
guardaba la ropa. Recuerdo también la madrugada del día de san Pedro. Se tomaba
chocolate en la fuente de Santa Ana y algunas casas, donde había mozas
casaderas, aparecían adornadas con ramos de flores y ramas olorosas o con
enormes cardos borriqueros, dependiendo de la amabilidad de la moza que la
habitaba.
Mientras tanto, en los días
ordinarios, los hombres de Godojos se dedicaban a segar, acarrear la cebada y
el trigo, también el centeno y la avena y a trillarlos en las numerosas eras.
Las zonas de la eras se convertía en un
hervidero. Hombres, mujeres, niños y niñas pasábamos casi todo el día allí. Se
cantaba, se pasaba mucho calor, se merendaba y cuando bajábamos a comer,
llenábamos el botijo en la fuente de la plaza, con agua fresquita, fresquita y
nos echábamos un maravilloso trago y si había suerte una gaseosa del tigre o de
la Samaritana.
Si amenazaba tormenta rápidamente
se recogía la parva con la rastrera y con los rastros y se formaba el montón.
Después había que aventarlo. Todos esperábamos que se moviese el aire “Solano”.
Los hombres aventaban con las horcas, y las mujeres can sus cribas o cribones
dejaban la cebada o el trigo limpios de polvo y paja. Después había que meterlo
en talegas, en cada talega se metían cuatro medias, y dos talegas, o sea ocho
medias, formaban un caíz. Qué curioso, en Godojos se usaba esta medida que era
una medida de origen árabe. Lo peor ocurría cuando estas talegas había que
subirlas al granero, que estaba en lo más alto de la casa. ¡Cuánto trabajo! Si
se dejaba el trigo en la era, esa noche se dormía al raso, allí mismo, para
guardarlo. Los chicos disfrutábamos acompañando a nuestro padre en semejante
tarea. ¡Cómo brillaba el cielo estrellado!
¡Qué cantidad de sonidos se percibían en las eras! El monótono grigri de
los grillos, el cucu de los sapos, algunos aullidos de los perros o de los
zorros, los maullidos de los gatos… era muy bonito. Nos tapábamos con una manta
y dormíamos hasta el amanecer. Ver la salida del sol, redondo, redondo y lleno
de luz, era un premio.
A los chicos no nos importaba
trillar ni revolcarnos en la paja. Para quitarnos el picor teníamos los
estanques del tío Pascual o del tío Luis en la fuente de Santa Ana.
Escaparnos de la siesta y bajar a
bañarnos, con toda solina, era nuestro deporte preferido. También de paso intentábamos
buscar nidos de “picarazas”, ya que el secretario nos pagaba cada huevo a seis
perricas. Las guardábamos la pandilla hasta que nos podíamos repartir por lo menos un duro para cada uno.
Una vez que terminaban las
labores el campo venía la siega del espliego. Un año fuimos con nuestros
padres: Ildefonso, Cipriano y Pedro Castejón, Perico, y sacamos dinero para ir a la feria de
Calatayud y ver torear a Chamaco.
En Agosto, cuando ya se habían
terminado las labores de las eras, y hasta se habían trillado y recogido las
granzas, se celebraba la fiesta de san
Lorenzo. Estábamos ya en el día diez. Los ricos del pueblo pertenecían a
esta cofradía. Había dos días de funciones religiosas y de bailes con los
gaiteros. Siempre hacía mucho calor y relacionábamos a san Lorenzo, que fue
asado en unas parrillas, con el calor del verano. En el pueblo el calor se
pasaba relativamente bien. Las casa eran fresca, porque muchos de sus muros
eran recios, de adobe o de tapial; el agua de la fuente era fresquísima y el vino
de las bodegas se mantenía a una temperatura ideal. Por las noches, se sacaban
unas sillitas pequeñas y en las puertas de las casa se mantenían animadas
tertulias, mientras se tomaba la fresca. Algunos creen que las tertulias es un
invento reciente de los medios de comunicación, eso es porque no conocen las
costumbres ancestrales de Godojos.
San Roque es el santo más
venerado en los pueblos de Aragón. La
Virgen de Agosto y san Roque se celebraban con mucha
solemnidad en Alhama de Aragón. Muchos pasábamos, por lo menos una tarde, para
ver el baile de los gigantes y correr perseguidos por los cabezudos. Nos
llamaba la atención lo caliente que salía el agua en las fuentes públicas, nada
que ver con lo fresca que salía en la fuente de la plaza de nuestro pueblo.
Lo que quedaba del mes de agosto
y medio septiembre se pasaba vagueando en el pueblo. Algunas veces nos hacían
madrugar y nos llevaban a quitar cerones en las viñas. Los chicos pasábamos el
tiempo entre los estanques y la morera que la Señora Gaudiosa tenía en el
regachón. En septiembre ya las cosas cambiaban. Había higos, ciruelas,
melocotones, uvas… Los higos más frescos estaban en el jardín de la Iglesia,
que en sus tiempos fue cementerio. Muchos no los querían probar por este
motivo, pero a fe que eran buenos.
Dos fiestas se celebraban en
septiembre: La Virgen y la Cruz.
Ambas tenían sus cofradías y se traían a los gaiteros. La Virgen coincidía con
las ferias de Calatayud. Muchos godojeños y godojeñas viajaban allí para ver
las vaquillas o alguna corrida de toros. Se aprovechaba el viaje para comprar
alguna caballería o aperos y cuerdas necesarias para el campo. En la fiesta de
la Cruz se sacaba vino a la plaza y todo aquel que quería lo bebía gratis.
Alguna melopea se cogía por este motivo.
Esto son recuerdos de Godojos.
Eso ya es historia. Actualmente se va al pueblo a descansar, a disfrutar del
fresquito de sus bodegas, del buen ambiente que se forma en el bar, donde se
puede disfrutar de unos pinchos excelentes, y de riquísimas y sabrosísimas chuletillas asadas con sarmientos en los
hogares de las bodegas.
Un placer único es madrugar un
poco, subir hasta el enebro de
Matarredonda y disfrutar de un sencillo almuerzo contemplando el paisaje a
la vez que sentimos el frescor de la suave brisa que sopla bajo la sombra del
centenario y querido árbol. Yo invito a que, al menos una vez, se viva esta
experiencia en Godojos.
ZARAGOZA, VERANO DE 2015-07-01
CARLOS ALDA
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