El jueves despedimos en Godojos a Pilar Cebolla. Reconozco
que cada vez me cuesta más escribir estas despedidas, porque cada vez las
personas las encuentro más cercanas a mí.
Pilar, cuando yo era niño, vivía con sus padres en la calle
Las Eras. Pilar era prima hermana de mi
padre Ildefonso, porque su padre, el tío Salvador, era hermano de mi abuela
Petra.
Pilar era una mujer atenta y cariñosa. Siempre te recibía con
una sonrisa cuando te veía aparecer por las Cuatro Esquinas. La echaremos en
falta cuando volvamos a Godojos y no nos encontremos con su saludo y su sonrisa
acogedora.
Muchos familiares y amigos quisimos darle el último adiós en
Godojos y acompañar su féretro hasta el campo santo. Tristes y llorosos estaban
su marido, Jesús, sus hijos, hermano y sus nietos y nietas. Las campanas tañían
con unos sonidos metálicos muy tristes, cuando apareció el coche mortuorio con
su cadáver. Las puertas de la iglesia se abrieron de par en par para recibirla.
Entonces recordé esa canción religiosa que dice: “Las puertas de la nueva ciudad se abren para ti, y Dios tu
amigo te salvará”. La misa fue sencilla y las oraciones y los cánticos los
apropiados para la ceremonia. En estas ocasiones yo siempre echo la vista atrás
y me recuerdo de las misas cantadas de difuntos
de hace muchos años. Eran unas melodías tristes, pero llenas de fe, que
nos reconfortaban a todos. La fe en estas ocasiones es nuestro único consuelo.
Todos los que tenemos fe pensamos que en la otra vida, en la otra ciudad ya no
habrá más llanto ni sufrimiento, y que un día nos encontraremos todos felices
junto al buen Dios.
La subida al cementerio fue costosa. Cada vez resulta más
empinada esa dichosa cuesta. Una vez allí, el sacerdote rezó un responso y puso
tierra sobre su caja. Expertos albañiles cubrieron su tumba y, con pena, nos
despedimos de Pilar hasta siempre.
Desde estas líneas doy mis condolencias a todos su familiares
y sé que todos los nacidos en Godojos sentimos la pérdida de Pilar.
Zaragoza, 14 de marzo de 2015
CARLOS ALDA GÁLVEZ